domingo, 8 de marzo de 2009

LUANG PRABANG – LAOS 23-27 FEB

La opción que te venden para llegar a Luang Prabang desde Chiang Mai es tomarte un bus 7 horas hasta la frontera y luego un barquito durante dos días que va por el río Mekong, haciendo noche en un pueblo perdido. Te ofrecen, (pero desaconsejándotelo), ir también en un bote de madera que llaman el rápido, con el que te ahorras un día. La primera vez que vimos pasar un tabla de planchar atada a un motor fueraborda de Miami antivicio, con 6 cascos quietitos como pollos yendo al matadero, piensas que elegiste bien, -menos mal que voy aquí lentito y seguro, pero cuando ya llevas 10 horas de lentitud y seguridad, con unos cuantos rusitos, hasta las tetas de cerveza, incluso cuando tienes que dar marcha atrás porque uno del ciego, se cayó al río, dices; me cago en la leche, que me metieron el perro otra vez.




El Rápido - El Lento - Gondotaxi

Luang Prabang es un destino que parece haberse puesto de moda entre la alta burguesía francesa, que evidentemente llega con y por altos vuelos. Aún llegando todos los días un bote lleno de mochileros de todo el mundo, el turismo predominante es de samsonite plateada y pantalones de lino blancos. En parte debe influir la calima que se respira en las puestas de sol, hay un templito sobre una colina, punto de reunión de en su mayoría estos señores y señoras perfumados que se sientan a templar el alma por el camino recorrido.


Calima
Indochina


Laos es un destino turístico relativamente nuevo, hay poca oferta y mucha demanda, o quizá no es que haya poca oferta, sino que la oferta quiere recuperar le temp perdu. Se han dado cuenta que la gente viene porque es uno de los últimos países del sudeste asiático en jornada de puertas abiertas y la gallina, por el momento, les está dando huevos de platino, a costa de poner al de a pie, o al de a bote, un poco los huevos al plato. Por ejemplo; alquilar una moto cuesta más del triple que en Chiang Mai, nadie te sabe decir con exactitud cuánto tarda un bus o cómo llegar a un lugar por tu cuenta, las salidas que tú quieres hacer son casi siempre vía bote y agencia, porque no es fácil encontrar ningún camino que no sea el río, ni ninguna referencia. En realidad, también puede ser que, después de las comodidades de Tailandia, por momentos nos canse un poco que todo sea tan vacaciones en el río y luego tomar un bus otras tantas horas para llegar no se sabe.



Los ríos de la vida

En un viaje largo, hay que ser práctico y dejarte llevar por la intuición, si ves que para llegar a los sitios, se te está poniendo demasiado difícil, pues cambio de planes, aunque esto de los planes en realidad los hacemos un poco sobre la marcha, de ahí que estemos ahora en Laos y esto de llegar o no llegar… todavía miramos la vida por la mirilla occidental.
Luang Prabang suena igual de bonito que Darjeeling o que Pondicherry, son nombres donde bien uno podría cenar con Jeremy Irons ó Catherine Deneuve, y hasta podría hacerlo en el comedor de uno de los palacios más bonitos y sencillos que hemos visto, ahora convertido en museo.

L.P. Palace

Qué cosa agradable cuando entras en una casa real y sientes: en esta habitación sólo falta la guitarra. Salones con techos de madera rojos y figuritas de espejos de colores incrustadas en las paredes, habitaciones con pocos muebles y mucho espacio, paredes blancas austeras y elegantes y siempre siempre, muchas ventanas.
Laos antiguamente se llamaba Lang Xang, tierra de los elefantes, sirva esto de excusa para justificar nuestro elefant tour. Ahí vamos. A buenas horas, trompas verdes.
En las fotos que te venden sólo falta Peter Pan al lado de Dumbo. Se supone que vas a dar un paseo por cascadas en donde te bañas con el elefante y le acaricias los photoshopeados colmillos; esa es la fantasía y expectativa infundada, pero como bien dice Montiúuu: la expectativa es la madre del fracaso.
Tres de la tarde, un sol que rajaba la tierra y partía nuestras cabezas como una sandía al caer de un décimo piso, camionetita hasta la orilla del río, con la versión lao-reña de Barbie Streisand de fondo, 5 minutos de góndola por el Mekagoen , nos dejan en un lugar en la selva, Williem Dafoe nos mira de soslayo. 4 chinos adormecidos a la sombra, no se sabe si por el calor o por el opium, 4 elefantes con una patita encadenada al árbol. Se levanta Chin Lú y le tira un trozo de palmera a un elefante que la agarra con la trompa, tampoco se sabe si es para que se sacuda el polvo o para que se la engulla como favor y así darnos un rodeo masticando algo. Aquí no se sabe nada y mejor no preguntar, porque la gestualidad combinada con el idioma oriundo, hace que la sandía salga del piso veinte. Nos subimos a una bambú-plataforma, Chin Lú ya está encastrado en el cuellito del animal, áspero y gastado como un neumático de camión indio. Con sus pies al volante, o sea, en sendas orejas, que parecen dos mantas rayas despigmentadas, nos hace un gesto y nos sentamos en la sillita de la reina.

Acelerador

Chin Lú llevaba una especie de garfio que cuando el mastodonte no reaccionaba a los toquecitos de oreja, ni a los chasquidos de lengua tstt tssst; tuc!! le metía un viaje en el cráneo con el piolé, primero con la madera del mango, si no había reacción, koinnnggg!!! con el hierro, y cada vez que lo hacía, un ruido a hueco rebotaba en los árboles. Tras la llamada de atención, el elefantoide se paraba, y rugía…ayyy mamita…el rugido de un paquidermo…estando sentadito en sus cervicales, son palabras mayores, es como si alguien metiera la llave en un lamborghini y encendiera la máquina, tú no te das cuenta que el ruido procede de debajo de ti hasta que el sofá-cama en el que vas sentado tiembla; si esto no te es suficiente como señal de que “estoy hasta los huevos”, pues aún pueden ser más elocuentes girando la trompita hacia detrás poniéndotela a escasos centímetros de tu jeta y tirándote un manguerazo de aire oloriento y calentito con el que te lo dice todo, fue benévolo de no tirárnoslo con agua.



Me parece que hoy no hay ganas

En eso que a Ana le entra la risa nerviosa, -Sir, sir take us down please… y el Sir Sir se giraba y nos sonreía y se volvía a girar y otro koinggg y el otro, encendía de nuevo motores, y nosotros… qué más daba nosotros si ya habíamos pagado por el desarrollo sostenible del turismo ecológico.

Tristán e Isolda

Al día siguiente otro tour de visitador médico, éste a unas cuevas donde hay miles de estatuillas de buditas hechas por los locales. Sap sap. 2 horas más de barquito para llegar, dos horas más para volver. Tócame el pie.
Por la tarde un poco con mal de río a cuestas, decidimos tratar de salir para Vietnam volando voy, volando vengo, por el camino yo me entretengo. Full tomorrow, full the day after tomorrow, sorry. Cansados del efecto agencia, y del síndrome full&sorry, al día siguiente hacemos la mochi y nos vamos sin ticket al aeropuerto, un por favor por aquí, un kop chai lai lai por allá, (muchas gracias), en 45 minutos estamos en Hanoi.
Una lástima el llegar a sitios que no necesitan nada y te vendan tanto, o el error quizá sea el comprarlo. Si ya viendo por la calle a cuatro niños budistas azafranados con el sol del mismo color detrás de ellos, desayunando un cacao-café en la calle, cenando en el mercadillo un pollito a las brasas o un pincho de cangrejo o incluso viendo como el francés de delante de ti en el bote se levanta harto de tantas horas, para sacarse los calzones del contranatura y al girarse te mira y te sonríe, si con eso ya captas lo natural, para que más, no?

Vendedora local - Arrochitos - Primos hermanos - Café-cacao

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