La carretera de salida de Varanasi hasta la estación de tren de Mughal Sarai que era donde teníamos que pillar el trenoide, estaba llena de fuentes de piedra, cubiertas de musgo verde y moho, de la que emanaban aguas doradas por los rayos del sol...llegamos en casi una hora;12 kms de polvo, aguas putrefactas, el halo poético del Ganges de fondo y 3 millones de personas.
El tren venía con retraso, una estación india viene a ser la casa para muchos niños que viven entre vagones, basura, mosquitos y ratas. Sentados en nuestras mochilas con las manos sujetando la cara, observábamos el continuo deambular de miles de personas, los que tiran una manta al suelo y duermen, los que se acuclillan y comen con las manos de una lata de hojalata que le sirve de taper, maleta, caja de ahorros... o los que simplemente esperan con parsimonia india (infinita). De vez en cuando se asoman a una pizarra manual en donde, tras unas rejas algo oxidadas, un par de empleados de la Indian Railways, teléfono en mano izquierda, tiza en mano derecha van actualizando los horarios.
Logramos subir al tren, una noche fría, pero esta vez el tren era con aire acondicionado (calentito). Ir a Darjeeling supuso en nuestro imaginario que dormiríamos en una especie de Orient Express, quizás por haber comprado un billete de una clase mejor al que compramos la primera vez. Esta vez fuimos en third class, que la única, pero no por ello, poca diferencia con la sleeper, es que uno lleva aire acondicionado y el otro no, de ahí llegar congelado o no. Éste pues, era lo mismo pero con ventanas selladas, mantas de cortesía y gente con calcetines.
En el viaje nos tocó un tío de esos inquietos, que no paraba de cruzar las piernas incrustando sus manitas regordetas entre la rodilla de abajo y la parte interna de la rodilla de arriba y cada vez que lo hacía, como cada dos minutos, se movía para delante y atrás como si estuviera en una mecedora, hasta que ya encastrado se quedaba pensativo, inmóvil... al borde del camino, entonces de nuevo le daba ritmo al asunto, tomaba inercia y estiraba los brazos como un gato de angora salido del edredón de su dueña psicótica, chasqueaba la lengua, limpiaba los cristales de unas gafas invisibles, haciendo todo el rato el ruidito ese de ahh ahhh y después del ahh ahh venía el remordimiento a su mente, con el consiguiente tss tss tsss gutural y de guinda empezaba a bostezar en dos tandas, primero abría la boca como un hipopótamo se metía el aire en la boca uaaaaahhhhh y luego como en un ejercicio de exorcista pero a la inversa se lo metía en los pulmones eeeehhhhhh. La noche que nos dio fue fina también, entre ronquidos y llamadas fantasma (“pantasma” que decía Paco Rabal en la serie Juncal). A las cinco am empezó a desperezarse con más contorsiones que un pulpo y a tomar aire que hacía pasar entre las muelas y los mofletes con su consiguiente sonidito, que no fue nada comparado con la orquesta gutural de su sopita matutina...
SEGUIMOSSSS
Retomamos. Llegamos a la estación de Siliguri, base para de ahí enganchar un tuc tuc que nos llevara a la terminal de jeeps y así poder subir los 2.200 metros de desnivel hasta Darjeeling: 3 horas y pico de rally a caraperro.
La espesa niebla que nos acompañó siempre en Darjeeling, nos privó de uno de los placeres de este viaje, que es el de la mera contemplación del paisaje. En este caso, de gran parte de la cordillera del Himalaya. Por mucho que nos sentamos en algún que otro banquito de la plaza redonda de la ciudad, a la espera de un poquito de sol, nada. Sin avistaje posible, fuimos a ver las cosas de cerca, como por ejemplo el museo de los Himalayas, en donde se recopilan piolés, botas, mochilas y la primera crónica de subida al Everest de mil novecientos cincuenta y pico. Fuimos al zoo a ver a los leopardos de las nieves con niebla, paseamos por las cuestas de la ciudad y hasta nos montamos en el tren de juguete, dicen que patrimonio de la Unesco, (se lo deben tomar un poco como a juego lo de juguete, porque la verdad que no está muy bien cuidado, nos quedamos con el de la Trochita que va por la Patagonia). Este trenecito que va entrecruzándose con la carretera de subida, lo hicieron los ingleses a finales del siglo XIX y es el de más altura del mundo. Lamentablemente tampoco pudimos ver una goma.
Niebla en Darjeeling o ni mierda que vimos en Dj
En Darjeeling hay iglesias católicas, mezquitas moras, templos budistas, templos hinduistas, y los indios parecen más chinos que otra cosa; o sea que parece que no estés en India, hasta que te topas con el que te quiere vender el billete de avión porque, para él, la niebla se va por la noche con total seguridad my friend let me tell you; Bellacos!!
Como no, el cante jondo de los moros nos despertó a las 4 am, cada una de las 3 noches que nos ennieblamos.
Visto el patio, decidimos cortar por lo sano e irnos desde la frontera nepalí, en un viaje de 20 horas en autobús hasta Kathmandú, que con niebla o sin niebla, el bus -sabíamos- iba a salir.