Hacia las 19 hs el jeep nos dejó a 30 km de la frontera, sin acceder de ninguna manera, a llevarnos hasta la aduana (eso de aduana...4 cañas de bambú con una lona de camión por techo y 4 funcionarios rascándose el higo y una quinta caña que hacía las veces de barrera). Como nos habían dicho que la aduana del lado indio cerraba a las 20 hs, tuvimos que pillar otro taxi para que nos sacara del enjambre en el que nos había dejado el jeep. Llegado tal punto, estábamos un poquito hasta las nieblas no más, por salir de la India.
Nos metemos en el taxi: estos jeeps tienen capacidad para 11 personas, durante el día van saliendo hacia la frontera a medida que se van llenando, pero a las siete de la tarde ya nadie viajaba, así que solitos con el señor taxista, pero a precio de equipo de fútbol. Acostumbrados a las no fronteras de Europa o al buquebús para Uruguay, el camino de separación de los dos países, iba cobrando suspense de manera exponencial a los kilómetros recorridos. Uno empieza a ver de a poquito menos rick shaws, menos bicicletas, menos gente tirada en la calle, menos kioskitos, menos niños correteando, menos vacas y de repente llega un momento tras 30 minutos de ir dejando quilombo detrás, que se llega a una carretera oscurísima, sin una sola luz y sin ver un metro delante por la niebla, pasando a escasos centímetros a los cuatro ciclistas que vuelven o van, es ahí, en esa noche cerrada que el taxista para el coche, se baja sin decir ni mú, se cruza la calle y nosotros gritando -What happens??, el otro de espaldas a nosotros, alza la cabeza al cielo y se echa su meadón. El verlo regresar sin inmutarse, girar la llave de contacto y que el coche se pusiera en marcha...menudo suspiro...cruzamos un río enorme, separador natural de los países, los 4 amigos nos pusieron el sello de salida, anotaron nuestros nombres en una especie de tomo de los episodios nacionales y el taxi se pegó sus 180 grados. Caminamos 200 oscuros, solitarios y silenciosos metros hasta la estafeta de entrada a Nepal, ...y una vez en la barrera, la oficina estaba cerrada.
-Please!!! help us!!! -You come back tomorrow. -Tu vieja!
De pensar que teníamos que volver a Siliguri se nos puso un careto que pa qué, ni nos atrevíamos a mirarnos a los ojos...menos mal que un viejete salido de detrás de las matas nos dijo que no pasaba nada, que el trámite lo podíamos hacer al día siguiente bien temprano.
La rueda de los desafortunados??
Dormimos en el primer hotelucho que encontramos, nos pusieron el sellito, les dimos unos dolarchitos y a las 12 salíamos en un bus hacia Kathmandú, en realidad en dos buses, porque a mitad camino, tuvimos que apearnos y cruzar a pie, un río de unos 100 metros de ancho, que se había ido de madre, gracias que habían construido dos puentes de bambú.
Cruzando la rivière
Tuvo su encanto el cruce, no tanto el viaje, la música, aunque no se le debería llamar así, a toda leche 20 horas, niebla of courseeeee y un frío que entraba por los barrotes que ni a los pies del Annapurna, (constatado, pues esto lo estamos escribiendo ya con un pie fuera de Nepal). Tras 20 horas, todo el autobús eramos una gran familia, con la versión nepalesa de Sebastian Loeb al volante, de nuevo conducidos por un fuera de serie, porque la carreterita de subida se las traía y el tío esquivando de todo, lástima no haberle hecho una foto, era igualito a Takeshi Kitano.
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